Por primera vez, tengo un montón de sensaciones, de
sentimientos, de silencios que evocan tu sonrisa, de recuerdos que provocan la
mía propia. Por primera vez, me tiro porque sé que tú estás para agarrarme, o
al menos, para tirarte conmigo. Por primera vez, me falta tiempo en el día para
estar contigo, para hablarte. Porque 24 horas se hacen cortas si son contigo,
conmigo. Porque la mayoría de las veces no sé si estoy contigo, o simplemente
estoy conmigo misma. Que a veces somos el dos en uno y el uno en dos.
Que la distancia puede ser de seiscientos kilómetros, pero que
con tu voz se puede hacer de 10 centímetros. Que yo te siento aquí y tú me
sientes ahí. Contigo.
Ahora lo comprendo todo, a mí me habían dicho muchas veces que
ya me llegaría… Pero aquí nadie llegaba. Y yo, tonta de mí e impaciente como
siempre, le di mi corazón a la persona equivocada. Y me enamoré, y creí que eso
sería lo más grande que podría sentir jamás por nadie, creí que era el correcto
y, al verme fracasar, me dije que había desperdiciado mi oportunidad, y que
nunca sentiría nada parecido… Y entonces apareciste tú, de la nada.
Cuando menos lo esperaba y donde menos podría suceder. Y desde el primer momento supe que eras
especial . Brillabas tanto y yo, con el puzle aún un poco deshecho, era tan
cobarde, que nunca pensé que te fijarías en mí. Y las frases hechas pasaron a
ser momentos de complicidad que sólo tú y yo entendíamos, las canciones que
antes nos gustaban ahora hablaban de nosotros, los minutos se convirtieron en
horas, y un día me di cuenta de que había encontrado a la persona más
jodidamente perfecta del universo. Aunque si quieres que te diga un secreto,
entre tú y yo, siempre lo supe, todo lo que vivimos después no hizo más que
ratificar lo que sentí el primer día que te conocí.
Y sé que algunas cosas no tienen ningún sentido, pero es que
las cosas más increíbles que nos ocurren en la vida no suelen tenerlo. Y ahora también sé porqué antes no había
funcionado, sé porque las piezas no encajaban, sencillamente no tenían que
encajar. No aún. Tenías que llegar tú, con tu infinita paciencia, para
enseñarme que, lo más maravilloso no es amar, sino amar y ser correspondida con
la misma intensidad.
Tú, sin ni siquiera darte cuenta, me ayudaste a recoger una a
una todas las piezas desperdigadas por ahí, montaste el puzle, y, aunque a
veces nos equivocamos y pusimos una pieza donde no correspondía, volvimos a
recolocarla. Tú te sentaste a mi lado, no abajo, ni arriba, sino junto a mí,
mirándome a los ojos, y me ayudaste a aplicar cola para que estas piezas nunca
más se volvieran a romper. Tú me hiciste reír cuando sólo me apetecía llorar y
me aguantaste cuando no lo hacía ni yo misma. Tú, que me encontraste cuando
nadie estaba buscando y aprendiste a escuchar los silencios de mi alma, un día
a las tantas de la madrugada me regalaste el marco más bonito que pudiera
existir para colgar el puzle. Conmigo.
Y cuando
tengamos un mal día nos sentaremos en el suelo y, sin saber cómo, nos
encontraremos riendo hasta que se nos salten las lágrimas, inflándonos a chucherías
y hablando de cosas que no tienen ni sentido. Ese será el momento más perfecto
que haya sentido jamás, no habrá película mejor para mis ojos, ni banda sonora
más bella que tu sonrisa.
Un último verso elegido…
Yo quiero estar siempre contigo.

